Por Frik

En la pasada entrega describí la importancia del “Concurso Nacional de Historieta Experimental” que en 1987 lanzó el Museo Nacional de Culturas Populares, junto con el proyecto mayor que lo presidía. Frente a este, el concurso lanzado por la Federación de Estudiantes de Guadalajara era muy menor, tanto por el monto del premio que ofrecía, como por su capacidad de convocatoria. No obstante, como el plazo para concursar en este vencía antes decidí participar en él con una historia que venía masticando de tiempo atrás. Para no hacerles el cuento largo, les diré que mi “entrada” con bombo y platillo al mundo de la historieta autoral fue ser uno de los ganadores de este concurso con un relato de 32 páginas; “La Madre Santa”. Esta, redibujada pocos años después por Ricardo Peláez Goycochea, fue ganando en reconocimiento al paso del tiempo y sus diferentes reediciones (la primera de ellas en “El Gallito”) hasta que, muy recientemente, ha sido merecedora de ser incluida por el Fondo de Cultura Económica en su colección Vientos del Pueblo.

Mientras tanto, los ganadores de los tres primeros lugares del concurso del MNCP no pudieron ser más representativos de la preponderancia de la imaginación y el espíritu renovador que iba soplando tenuemente sobre la historieta mexicana. Luis Fernando Enríquez, primer lugar y José Ignacio Solórzano “JIS”, segundo ¡venidos del Más o Menos! y Fabián González Negrín en tercer lugar, un talentoso diseñador e ilustrador argentino que transitó más adelante por el suplemento “Histerietas”, y al cual se le perdió la pista cuando emigró a Italia.

Ellos tres presidieron la vanguardia contemporánea de jóvenes y muuuy jóvenes moneros que acapararon la participación de este concurso. Tres galardonados con menciones honoríficas, José Martínez Quintero, Ricardo Peláez Goycochea y Bernardo Fernández Brigada “Bef” más adelante dieron mucho que decir en el mundo de los cómics y las letras. (Y aunque sin mención pero también participó el futuro miembro del “Gallito”, Ricardo Camacho Barrera.)

El resto de la magna exposición dedicada a hacer el primer repaso histórico de la historieta popular mexicana tenía por objeto dignificarla (¡otra vez!) reconociendo la trayectoria de esta industria y autores, tan entrañables como (auto) despreciados.

Así cómo Taibo fue el motor detrás de aquél valioso esfuerzo renovador emprendido desde la SEP años antes, y Magú gestor de suplementos memorables por extraordinarios, es al director del museo, Guillermo Bofil, al coordinador general del proyecto, Alfonso Morales, y a los imprescindibles Bartra y Aurrecoechea a quienes debemos la iniciativa conjunta de este gran homenaje museográfico, acompañado del concurso y la preparación de los volúmenes de “Puros Cuentos”. Vaya esta mención cómo justo reconocimiento a una labor ardua y visionaria.

De cómo todo esto se conecta con el huevo del cual eclosionará “El Gallito” seguiré hablando en la siguiente entrega.

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