En la ruta del Gallito (11)
Por Frik
Para ser primerizos, Eduardo Rocha, Edgar Clement, y José M. Quintero, tenían un trabajo bastante sólido que destacaba particularmente en Histerietas allá en 1989. Su voluntad y ganas de ampliar horizontes, además del espíritu de grupo que fue naciendo entre ellos y algunos de los demás colaboradores externos embarcados en el espacio, hacía que fuera natural que en algún momento una iniciativa como crear una revista propia surgiera, para poder contar con más espacio y libertad de la que el suplemento les podía dar, entre otras cosas.
Con el nombre de El Golem, (ideado por J.M. Quintero) el proyecto comenzó a andar mal (¡gracias!) pues para variar, muchos de los que dijeron en principio que sí le atoraban, a la mera hora se rajaron. Esta crisis se trató de sortear ampliando la convocatoria fuera del círculo de los colaboradores jóvenes de Histerietas, cosa que fue un acierto. Eduardo Rocha tuvo la iniciativa a principios del año 90, de correr la voz y pegar carteles en las escuelas de arte La Esmeralda (de Bellas Artes) y la ENAP (ahora FAD) de la UNAM, y algunos otros sitios, y ahí fue que se comenzaron a acercar personajes como los participantes en la exposición del Museo Nacional de Culturas Populares del 87 y estudiantes de la ENAP; Ricardo Peláez Goycochea, a quién yo había conocido años antes; el talentoso Ricardo Camacho Barrera; un grupo de aficionados a los cómics llamado El Desván, cuyo líder era un personaje llamado Eric List; ¡yo mismo! que venía de La Esmeralda; el maestrísimo Luis Fernando, Premio Nacional de Historieta y entusiasta participante de todo tipo de nuevos espacios; Alberto Flandes, estudiante de Física; José Tapia, estudiante ingeniería y creo recordar que hasta el progresista líder de la Sociedad Mexicana de Historietistas, Zenaido Velázquez Fuentes.
Por cierto, como dato curioso (que me ha chismeado el mismo Luis Fernando cuando me ha platicado sobre sus recuerdos de esa época para esta crónica) años antes, entre 82 y 83, en lo que se iba formando La Jornada, ese mismo impulso creador ya lo habían tenido varios de los dibujantes del Más o Menos, inspirados (como todos en aquella época) en el historietismo adulto que se hacía en Europa. En su caso el proyecto de revista se iba a llamar La ley de Herodes, y ya tenían un buen avance bajo la dirección colectiva de Sergio Arau y El Fisgón. Pero a la mera hora el socio capitalista les falló y aquél sueño guajiro ¡para variar! quedó en nada.
Regresando al año noventa, con todas esas nuevas adhesiones, aportes individuales, y trabajo de grupo parecía que El Golem ahora sí que iba a despegar. Eric List, que además de líder del Desván y dibujante, era nieto del poeta estridentista Germán List Arzubide, contaba con un entorno familiar y de amistades que facilitaba la promoción del grupo en el medio cultural. Fue precisamente él, quién consiguió el contacto para que Editorial Herrero se interesara en el proyecto. ¡Qué felicidad! ¿Qué podía salir mal?
Pues que luego de una serie de graves desencuentros que hubo al interior del colectivo sobre el perfil de la revista, hubo una escisión entre quienes dieron origen al espacio y algunos de quienes llegaron después… ¡Y la facción del tal Eric List se quedó con el proyecto, con el nombre y, por supuesto, con el editor!
De cómo los pobres moneros así defenestrados de su propia casa (entre los que me encontraba) procesaron esta pérdida, les continuaré hablando en las entregas por venir, que ya no son tantas.