Publicado por Tándem Cómics en

El cómic mexicano por HMH

PARTE I


Los Supermachos, Rius

México tiene una grandiosa historia sobre las revistas de monitos.

Fenómeno hermanado con las bellísimas artes gráficas del grabado, la litografía y la xilografía de mediados del siglo XIX.

La historia evoluciona hasta nuestros días como en un ring de lucha libre donde se da una épica batalla contra poderosos adversarios. Entre varios, el peor de todos, nuestra abúlica y eterna maldición de intercambiar nuestro oro por cuentas de vidrio extranjeras.

No nos engañemos, a pesar del ánimo de subrayar la labor gráfica mexicana de lo omnipresente y entrañable que fue en nuestra niñez, la verdad es que la vida en cuadritos —de Don Rius— en México ha transitado desde la magnífica obra a lo más chabacano e irrelevante.

Y no se me alebresten, con esto no quiero decir que este asunto solo prive en México. ¡Vaya!, que mamotretos infames los hay en cualquier parte del mundo.

Pero en esto también hay una curiosidad innegable. Si bien hay cosas totalmente chocantes, hoy en día nadie ha sido linchado —al menos no físicamente, pero en las redes sociales, apesta el asunto— al reconocer que en su momento le dimos un llegue a El Libro Vaquero, al Mil Chistes; Lágrimas, Risas y Amor o a Karmatrón (se arman los trancazos en 3… 2…).

Aun así, es de respetarse sinceramente la disciplina y el trabajo que, siempre a contracorriente, han realizado los artistas del cómic nacional porque, incluso en los años dorados de la historieta mexicana, nunca les ha sido fácil tremenda labor.

Los semilleros

El Buen Tono

Los nombres surgen como enredadera. José Guadalupe Posada, casi como padre precursor, a pesar de no ser responsable de la que se considera la primera historieta mexicana publicada.

Rosa y Federico. Novela ilustrada contemporánea de José Tomás de Cuéllar y José María Villasana fue la primera tira publicada en un medio impreso en 1869.

Los estupendos dibujantes Ernesto “El Chango” García Cabral, y hasta el mismo muralista José Clemente Orozco le entraron a la moneada.

Se publican los primeros medios de difusión de monos como los de la cigarrera El Buen Tono, que después se asociaría con una cervecera, dio pie a que el personaje Ranilla de Juan Bautista Urrutia siempre saliera de broncas muy godinescamente con unos toques de cigarro y una cheve.

Tras la aparición de revistas que publicaban las sindicadas historietas estadounidenses, vienen sus contrapartes nacionales. Un gran acierto, pues los acercamientos de la narrativa con la realidad mexicana garantizan el éxito comercial de Pepines, Chamacos y Paquitos.

A partir de ahí, más nombres se van añadiendo a la larga lista; más títulos, géneros, casas editoriales; La Familia Burrón, Kalimán y Memín Pinguín.

Recomendación

De 1988 a 1994, Grijalbo y el CONACULTA, publican PUROS CUENTOS.

3 tomos con una magnífica investigación de Juan Manuel Aurrecoechea y Armando Bartra sobre la historia de los monitos mexicanos, desde 1874 a 1950. Los recomiendo con tristeza pues sé que conseguirlos es buscar el Santo Grial. Yo solo tengo los dos primeros… y no presto.


Continúa con ¡Sírvanme los mismos tacos… pero con otra salsa!

Desde la óptica de un fan de la novela gráfica, Hugo Malacara nos ofrece su ensayo El cómic mexicano, extracto de su trabajo: NOVELA GRÁFICA. No se considera un especialista en el tema, pero su aportación ayuda a entender otra perspectiva de la narrativa gráfica mexicana.