De lobos, fantasmas y otros seres con antifaz
Por Carolina González Alvarado
Un joven de apariencia andrógina duerme con una sombra. Una criatura con el cuerpo de un ave, pero con el rostro humano, conversa con un cuervo. Un fantasma que se disfraza de fantasma se inmiscuye en una fiesta de cumpleaños infantil. Brujas que se visten con las llamas del fuego y perros de cuatro ojos que acosan a los caminantes con sus violentos ladridos. Dos amigos que viajan a Japón para descubrir que las ciudades están habitadas por seres sin peso, ni volumen sino hechos de esa materia ligera que compone a los sueños. Estos son algunos de los personajes que construyen el mosaico narrativo y visual de la obra de Jozz Ojeda.
A medio camino entre la fantasía y el realismo, la obra de Jozz Ojeda se sitúa en esa zona intermedia donde lo extraordinario puede encontrarse en el interior de un cajón. Caracterizada por un uso alegórico de la imagen, las narraciones visuales de la artista hacen de lo fantástico un camino para la introspección y el autoconocimiento, sin dejar de lado el espacio para la sorpresa y la fascinación.
Es posible que una de las características más significativas de un artista genuino sea la capacidad para reinventarse y la libertad para la experimentación. Sin temor a lanzarse a las zonas más recónditas o adentrarse en lo más profundo del yo, Jozz Ojeda ha configurado un universo propio a través de la imagen y la narración. Su estilo visual recurre por momentos a la contundencia del contraste entre el blanco y negro y la sorpresa de algunos destellos de color, como ocurre en el cómic Nakano. O bien, al uso colores brillantes, sin llegar a la estridencia, como ocurre en el cómic digital Lutino.
Haciendo ecos al anime, el diseño visual de los personajes de Jozz Ojeda recuerda a la obra de Katsuhiro Otomo, creador del clásico Akira, y a las atmósferas oníricas de Hayao Miyasaki, director de películas de animación como El castillo vagabundo y El viaje de Chihiro. De tal forma que las historias de la autora pueden presentar seres descomunales y fantasmagóricos o criaturas que ocultan bajo la máscara su verdadera identidad para lidiar así con la vida cotidiana, con el dolor y el miedo.
Por medio de esta estrategia ficcional, Jozz Ojeda nos invita a encontrar esas grietas en la realidad donde se alberga lo fantástico. Los bosques, las ciudades y las casas están constantemente habitadas por lo extraño, sin embargo, no se trata de presencias ominosas sino de una extrañeza que abraza y se presenta como un cristal donde el lector puede, al mismo tiempo, escapar a otro mundo y vislumbrar en él su propio rostro para reencontrarse.
Es así como la artista nos libera del temor al fuego para descubrir que este se encuentra en nuestro interior como una energía vital que puede cobrar la forma de un gran incendio destructor o entenderse como la fuerza necesaria para reinventarse. En la obra de Jozz Ojeda el lobo no está en escondido en el bosque sino en nuestros recuerdos, en nuestro ser, y será el lector quien deberá atreverse a entender esa parte de sí mismo, despojarse de la máscara y develar que en las viñetas de la artista se expresa más de lo que en apariencia se muestra.