Boceto de F. G. Haghenbeck
Francisco Haghenbeck era un gigante, grande como ese elefante en la habitación al que todos —tocando distintas partes de su anatomía—, tratan de precisar qué tipo de ser es, y genuinamente todos tienen una versión muy cercana a lo que es, pero solo viendo las partes del todo puede reconstruírsele y valorar qué tan grande es y de cuántas formas.
Yo quiero hablar del Paco que me tocó conocer, para sumarle a las otras partes y reconstruir así al gigante. Conocí a Paco en 2008; hasta ese momento lo único que sabía de él era que formaba parte de ese pequeño y selecto grupo de autores mexicanos que jugaban en las grandes ligas del cómic norteamericano, Marvel y DC principalmente, ellos eran Juan Vlasco, Oscar Pinto, Humberto Ramos, Ladroón de Guevara, Paco Medina y Francisco Gerardo Haghenbeck; nuestra avanzada mexicana, nuestros propios “Mexican Comic Book Invasion” que tomaba el cielo por asalto y que abrieron una brecha en la industria del cómic a los demás talentos mexicanos que han desfilado tras ellos. Para ese entonces, Oscar Pinto, Humberto Ramos y FG Haghenbeck, junto con Bryan Augustyn, ya habían realizado la serie de vampiros y fantasía «Crimson», publicada alternativamente por los sellos Cliffhanger, Image y Wildstorm de DC, que había gozado de un notable éxito; en aquel entonces se rumoraba en radio-pasillo del mundillo comiquero, que el equipo original se había separado, y muchos teníamos cierta curiosidad de saber el por qué se había desintegrado un equipo tan increíble, con un título tan atractivo, bien contado y excelentemente bien dibujado por un Humberto Ramos (Spiderman) en la cumbre de su popularidad como dibujante estrella de Marvel, y con algunos números dibujados por el no menos espectacular dibujante argentino Carlos Meglia. Para los fans del título, era como la separación de los Beatles o casi, y por si fuera poco, en el mundillo del cómic hablar de eso era un poco tabú porque los detalles sólo los conocían los directamente involucrados; y precisamente sobre eso fue lo primero que le pregunté a Paco Haghenbeck al conocerlo. Él, amablemente me despachó diciendo que de eso no iba a hablar. De lo que sí habló fue de Hannibal Lecter y del por qué creía que ese es uno de los mejores personajes psicológicamente creados de la literatura noir, y que estaba basado en diversas personas reales como el asesino serial Jeffrey Dahmer (que entonces no tenía serie en Netflix) y John Wayne Gacy, otro asesino serial conocido como el payaso asesino; me dijo que en jerga literaria eso se llama documentación y él estaba justamente en el proceso de crear un personaje cuya profesión era la de artista visual del performance, basado en la artista de SEMEFO Teresa Margolles, pero también en Zhu Yu, Damien Hirst, Charles Saatchi e incluso en el maravilloso disco Outsider, de David Bowie. La novela trataría sobre un detective de arte y afirmó que era imposible ilustrarla por su uso de múltiples voces narrativas como de un coro griego. ¡Comprenderán que lo imposible era no engancharse con un conversador tan meticuloso y profusamente conocedor de tantos temas! A partir de entonces, de cuando en cuando le escribía para decirle que quizá no era tan imposible ilustrar su novela y si buscaba un dibujante, yo podría ser. Sucedió al revés: Dos años después le busqué yo para saber si quería escribir un guion para un proyecto de cómic acerca de la Independencia y la Revolución mexicana, algo que se llamaría Serie Cómic Bicentenario. De inmediato dijo que sí, y lo que siguió fue una serie de correos y charlas por teléfono donde no sólo me contaba aspectos fascinantes y poco conocidos de la guerra de independencia y la revolución mexicana, sino que me propuso nombres y autores para colaborar en el proyecto, algo que terminó por darle forma y altura al proyecto. Me contactó directamente con autores como Martin Solares, Jorge Moch, Álvaro Enrigue, Pedro Ángel Palou, Ignacio Padilla, Bef, Paco Ignacio Taibo II y Raquel Huerta-Nava, amigos todos entrañables de él; la mitad de ellos se sumaron al proyecto como guionistas, y la otra mitad, por compromisos laborales no pudieron hacerlo, aunque nos aportaron algunos buenos consejos. En esta Serie Cómic Bicentenario, Haghenbeck escribió los guiones de dos de los títulos, el de “Josefa Ortíz” (a la que insistió en nombrar sin el “De Domínguez”, para tomar distancia de su esposo el Corregidor de Querétaro), y el del guerrillero “Xavier Mina”, que sería dibujado por Pepeto. El mismo guion sobre la corregidora de Querétaro lo publicaría con otro dibujante en su libro “Un Mexicano en Cada Hijo Te Dio”, publicado por editorial Antea un año más tarde.
Su apoyo y compromiso no quedó ahí, en su paso por la Feria del Libro de León ese 2010, F.G. Haghenbeck visitó varias noches nuestro bunker cultural El Cacahuate, donde Paola Arenas, la directora, producía y presentaba obras de teatro, Christian Vilches organizaba proyecciones y talleres de cine, y yo pintaba cuadros y dibujaba la Serie Cómic Bicentenario. Su visita coincidió con la de los escritores Rafael Franco-Steeves y Eduardo Estala Rojas, y no es exagerado decir que pasamos algunas de las horas más intelectualmente estimulantes que pueden ocurrir cuando se reúnen bajo la misma terraza un hombre-enciclopedia de imantada personalidad, apasionado de la coctelería (aunque por entonces ya no bebía alcohol), y con una hambrienta curiosidad por todo, relator de mundos interminables y profundo investigador de todo tipo de anécdotas y noticias no visibles para cualquiera, y otros dilatados apasionados de la cultura y la vida.
Poco tiempo después, en 2014, volví a encontrarme a Paco en las reuniones del FONCA como asesor de narrativa gráfica. Nuevamente su desbordado interés por todos los temas, le hizo volverse el omnipresente personaje que se involucraba para conocer a detalle el trabajo de los ahí reunidos, más de 200 artistas en esa ocasión, aunque fuimos los de narrativa gráfica quienes más recibimos el privilegio de su atención; entre ellos Tania Camacho, Patricio Betteo, Daniel Ramírez, Abraham Balcázar, Rulo Valdéz, Kamui Gomasio y otros más. Sin escatimar comentarios y observaciones, celebraba la proliferación de autores independientes y el creciente número de autoras de historieta, pero lamentaba la poca cultura lectora de la gran mayoría de dibujantes y que los pocos guionistas que había, no alcanzaban a lograr un discurso narrativo sólido; no veía en el horizonte autores de calidad a la altura de Hugo Pratt, Frank Miller, Marjane Satrapi, o Grant Morrison, ni obras de largo aliento; afirmaba sin dudar que la última buena novela gráfica era Operación Bolivar de Edgar Clement, producida alrededor del año 1995, y que desde entonces había habido un enorme vacío de novela gráfica, no obstante, el cómic de humor gozaba de buena salud y destacaba el trabajo de Polo Jasso, Jis y Trino y Bef entre otros.
Acerca de mi trabajo, dijo que le gustaba mucho que en mis cómics, los personajes no simplemente “posaban”, sino que “actuaban” como dirigidos por un director de cine, y en general le gustaba especialmente la ilustración del libro «Siglo XX, El Último Tramo», aunque el guion no le encantaba. Por supuesto, intercambiamos dibujos todxs, yo le hice un retrato con su cabeza rapada destacando su parecido a Walter White, y él me obsequió un dibujo a tinta de su personaje, el detective Sunny Pascal. En esas concentraciones del FONCA, fue sumamente nutritiva su aportación para todos y todas, lo mismo que ver a Bef en acción, dibujando en esos días su novela gráfica «Uncle Bill», y los comentarios del también novelista Hilario Peña. Cuando le preguntamos acerca de su autopercepción como autor, Paco Haghenbeck nos contó que ciertos colegas suyos se referían a él, con sorna, como “escritor de aeropuerto”, porque en las librerías de los aeropuertos nunca faltaban sus libros, y efectivamente, según comprobó después con la editorial, ese era el punto de venta donde más se vendían sus libros; esto lo desconcertó al principio, no le gustó, y pasó por un periodo de casi depresión por ello, porque claro, lo que quiere todo escritor es figurar al lado de los grandes escritores y escritoras que admira, y no que le pongan un mote facilón, pero que bien pensado le fue gustando el término, le fue gustando y hallándole ventajas, significados, y que para entonces, se autodefinía con mucho orgullo como un “Escritor de Aeropuerto”.
Su inquietud le llevó a organizar también encuentros como la “Jornadas de Novela Negra” en la Feria del Libro del Palacio de Minería de la UNAM, (donde por cierto me pidió hacer uno de los carteles), convocando a escritores como Bef, Imanol Cayenada, Hilario Peña, Elmer Mendoza y más, o a realizar, junto con Bef, la curaduría de la exposición “La Vida En Cuadritos, Historieta Mexicana”, realizada en el Museo Pape de Monclova, Coahuila, una muestra antológica de la historieta mexicana, quizá la más completa de las que se han realizado del género del cómic en el país, para celebrar los 120 años de la historieta mexicana, reuniendo más de 200 piezas entre obras originales de artistas contemporáneos e históricos, memorabilia, figuras modeladas, revistas, periódicos y publicaciones de las colecciones de Luis Gantús y del caricaturista Rafael Barajas “El Fisgón”; el título de la muestra hace alusión directamente al libro de Rius «La Vida de Cuadritos, breve guía de la historieta». La exposición itineró luego al Gran Museo de la Cultura Maya en Mérida, y al Museo Guanal, en Ciudad del Carmen, Campeche. Bajo su gestión el Museo Pape adquirió para su colección algunas de las piezas originales expuestas, entre esas la mía: una acuarela del personaje El Marambo, departiendo alegremente con un Quijote borrachito que deshoja un ejemplar del libro de Cervantes.
En 2018 le llamé para hacerle una consulta sobre algo que él conocía muy bien: la relación con las editoriales, ya que en su haber tenía una larguísima lista de libros publicados por diferentes sellos y en varios idiomas: «Trago Amargo», «Solamente una vez», «El Código nazi», «Aliento a Muerte», «El Caso tequila», «El Diablo Me Obligó», «El Libro Secreto de Frida Kahlo», «La Primavera del Mal», «Caballitos del Diablo», «En El Crimen Nada es Gratis», «La Doncella de la sal», «Querubines en el Infierno», «Por un puñado de balas», «Apesta a Teen Spirit», «Matemáticas para las hadas», «Simpatía por el diablo», «Sangre helada», «Morir matando», «La isla de los lagartos terribles» más otras tantas, y le asalté con preguntas acerca de la conveniencia de tal o cual editorial para publicar mi incipiente proyecto de novela gráfica «La Caída de Tenochtitlan». Con la generosidad que siempre le caracterizó, Paco no sólo me dio los consejos pertinentes para el caso, sino que me recomendó que no perdiera la oportunidad de trabajar con Andrés Ramírez de Pengüin Random House, en su palabras: uno de los mejores editores de México. Esto me decidió por esta editorial para publicar mi libro. Ese mismo año, Netflix sacaría la serie de terror fantástico “Diablero”, basada (más o menos) en los trepidantes personajes de su novela «El Diablo Me Obligó», con Horacio Rojas interpretando al personaje “Elvis Infante” y Fátima Molina como “Keta Infante”, y con la actuación especial del artista de cómic Edgar Clement, autor en el que a su vez, se basó Haghenbeck para crear el universo del Diablero. Sirva la presente reseña personal, para esbozar a éste gigante de las letras mexicanas, pieza clave en el puzzle del cómic mexicano que se fue del mundo terrenal un 4 de abril del 2021.
-JL Pescador. Ciudad de México, 2023.