El cómic mexicano por HMH
PARTE II
¡Sírvanme los mismos tacos…
Luego de una época de oro de la historieta mexicana desde mediados de los 50 hasta principio de los 80 —abundancia constituida de títulos con tirajes de hasta medio millón de ejemplares por semana— la industria se fue en franca picada.
Las razones:
• La mala costumbre mexicana de malversar dinero que tienen algunas personas saqueando indiscriminadamente a las empresas, causando las obvias deudas impagables.
• Las crisis económicas y sus respectivas devaluaciones, lo que encareció los insumos.
• La invasión de la industria estadounidense de superhéroes: cuesta mucho menos pagar las licencias del Hombre Araña y Batman que sostener las nóminas de dibujantes, escritores y editores.
• Y por último, el clavo más largo y forrado de tétanos: la decadencia narrativa de los Sensacionales de esto y lo otro; las revistas con el chiste barato, el discurso de los absurdos, la sexualización gratuita y la violencia solo porque sí.
Quizá por ahí surgió la idea de que, si el cine de ficheras tuvo su gallina de los huevos de oro en la década previa, “psss claaaro que en los cómics también”.
¡Error!, porque fueron cerrando el abanico de géneros a uno solo: adulto, calenturiento, violento y machista.
…pero con otra salsa!
Quizá no todo se perdió en la década de los ochenta con la caída de la calidad narrativa. Entrañables títulos aún se aferraron a seguir existiendo y siguieron dando franca guerra hasta que ya no pudieron más contra la basura y contra la máxima paradoja: superhéroes Marvel que llegaron no para salvar sino para dar el golpe mortal al cómic mexicano y luego el manga japonés a sepultarlo.
Kalimán pierde la serenidad y paciencia en 1991. En agosto del 2009, muere La Familia Burrón tras 60 años de ser puntualmente publicada. Memín Pinguín se aferra entre ediciones y reediciones hasta el 2016 (ese fue el último año que la vi).
Hacia y durante los años noventa, los únicos resquicios permanentes son el cartón político, los descomunales esfuerzos de chavos autopublicándose en fanzines con fotocopias y alguno que otro, que picando piedra, consiguió publicar de manera formal sus títulos, aunque honestamente, se quedan en la vaguedad de emular las historias de superhéroes.
Pero también, durante esa transición, surgen proyectos que recuperan la inteligencia, el genio creativo y sobre todo la originalidad de la mano de una generación desencantada del cartón político y los superhéroes. No significa que la caricatura política no tenga estatura. No con magistrales genios como Rius, Naranjo, Helio Flores, Magú, El Fisgón y Helguera, entre otros; deshuesando la política nacional.
El desencanto de esta nueva generación de geniales artistas con la crítica politiquera se da principalmente porque sienten que el desgaste es mucho y el impacto es cada vez menor ante el cinismo y desvergüenza de la clase política.
Y obvio, el chabacano humor involuntario que nos proporcionan presidentes, líderes de partidos, charros sindicales y funcionarios, ya es más que suficiente. Y en cuanto a superhéroes… pues…
Continúa con ¿Qué es esto?, Entre las Histerietas y El Gallito Cómics