Publicado por Tándem Cómics en

Sueños rotos: Emi
de H.G. Santarriaga

Por Carolina González Alvarado

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre.
Creí que me había muerto
y que la muerte era un decir
un nombre sin cesar.

Alejandra Pizarnik

Sueños Rotos, H.G. Santarriaga

¿Cómo hablar de la violencia, del dolor, del miedo? ¿Existe un lenguaje que permita narrar lo atroz? Ante lo inevitable, ante el absurdo, ante la crueldad, pareciera que el silencio se impone, con tal poderío, que la capacidad expresiva de la palabra se cancela. El cuestionamiento entonces se hace presente: ¿es posible hablar de aquello que se escapa a la palabra, que invade la existencia de tal forma la posibilidad misma del habla se anula?

Frente a todo aquello que se resiste a ser nombrado a través de la palabra, es necesario, casi urgente, crear un lenguaje que permita asir una realidad que tiene la voluntad para ir más lejos que la ficción. Esa realidad que posee una dinámica propia y una fuerza superior, más audaz y terrible, que cualquier otra que pueda inventarse; esa realidad que no permite que la razón la explique, dirigida quizá por una potencia de capacidad inigualable, esa realidad que rompe cualquier sueño, que quiebra la existencia misma, es a la que apela HG Santarriaga en Sueños rotos: Emi.

Esta novela gráfica publicada por Pura Pinche Fortaleza Cómics concluye la trilogía Sueños rotos, cuyas previas entregas, Sofía y Julia, constituyen un ciclo, una historia con tres senderos que, finalmente, encuentran su punto de confluencia en esta última entrega.

Dando continuidad a sus predecesoras, Emi es el nombre propio de un personaje central en la narración. Sin embargo, a diferencia de las anteriores cuyas protagonistas eran mujeres jóvenes, Emi es un niño pequeño cuya historia está narrada desde el punto de vista de su padre, Juan Carlos, un personaje presente de manera periférica en las entregas anteriores que, en esta ocasión, le ofrecerá al lector un punto de vista, una lente desde la cual observar, sin la aséptica distancia de un narrador omnisciente, el horror al que se enfrenta un infante en una situación de abuso.

Emi enfrenta al lector con una realidad que frecuentemente es acallada, ya sea por vergüenza o culpa, que corresponde al abuso de menores de edad. Sin concesión alguna, H.G. Santarriaga muestra la nula agencia que tiene un niño frente a la violencia que ejerce sobre él una figura de poder. Por medio de dos personajes, monstruosos por su fidelidad a la realidad, se expone todo aquello a lo que está sometido un niño en una condición de vulnerabilidad.

Mediante de un trazo firme y contundente, H.G. Santarriaga confronta al lector con una realidad terrible y repugnante. Asimismo, la paleta de colores utilizada por el autor establece puentes entre las tres obras exponiendo así una relación tanto estética como temática en la cual, la violencia, el miedo y la opresión forman parte de un problema común: la prostitución y la trata de personas.

A través de la mirada de Juan Carlos, la historia de Emi se entreteje con la biografía de Sofía y Julia para configurar una narración cuyo poder de sugerencia desdibuja la noción de estar únicamente leyendo un libro. El artista, sin embargo, no cae en la llana exposición de los acontecimientos, por el contrario, apela a la evocación para referirse a los actos atroces. En particular cuando se narran las escenas más brutales, el autor desarticula la acción en pequeños paneles y las acciones son presentadas como si fuesen vistas a través de un cristal roto. Ante un acto cuya crueldad anula la capacidad de enunciación de las palabras, son las imágenes las que funcionan como un arma para agrietar una realidad cuya dureza solo puede quebrarse por medio del lenguaje simbólico.

En comparación con las obras anteriores, Emi posee un tipo de dibujo más duro, por momentos incluso arrebatado, que simboliza la angustia, asco e impotencia a las que se enfrenta el narrador quien atestigua el maltrato al que su hijo es sometido. Por medio de la distorsión de la imagen y alejándose de un esbozo hiperrealista, el autor construye imágenes cuyo poder está en la evocación y en el uso preciso de palabras enunciadas por los personajes.

En este sentido, Emi es una coda, la pieza final de una obra que creó un lenguaje propio para exponer una realidad que con frecuencia es acallada. La trilogía Sueños rotos exterioriza aquello que se resiste a ser visto para otorgarle una voz, un nombre propio, una historia particular a todos aquellos cuya existencia ha quedado escondida bajo una cifra, encubierta por una estadística.

A través de sus narraciones visuales, H.G. Santarriaga muestra que, en ocasiones, se necesita de la ficción para entender la realidad y cómo el artificio no es total pues, inevitablemente, la ficción tendrá un referente con lo real y, a su modo, ésta también es una forma de verdad.

Carolina González Alvarado es profesora e investigadora en narrativa gráfica. Licenciada en Literatura Latinoamericana, con maestría en Letras modernas en la Universidad Iberoamericana, graduada con Mención Honorífica.

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