La Pirámide cuarteada, evocaciones del 68
de Luis Fernando
Por Edu Molina
Editorial Resistencia (2017), 118 páginas, 24cm x 17cm, blanco/negro/sepia, tapa dura, papel satinado pesado. Se consigue a $250/$200 en librerías.
Luis Fernando es uno de los históricos, su carrera excede por mucho mis 20 años de residencia en el país, sé que ha hecho de todo: humor, caricatura, historietas cortas, ilustración y lo que veremos hoy: novela gráfica. Y ni piensen que me voy a poner a divagar sobre la definición de este formato, tampoco me voy a dedicar a desmenuzar el extenso currículum de este monstruo del dibujo, mejor vamos a lo que hay dentro del libro.
Como bien dice el título, este libro es una evocación del año 1968, la evocación de este autor que en ese entonces era un adolescente, como todos iba descubriendo el mundo y a sí mismo, por su bien/mal le tocó esta intensa época para hacerlo (durante toda la novela se referirá a sí mismo en tercera persona como “el adolescente”).
Este libro es encrucijada de un par de tipos de historieta que están muy en boga en estos últimos tiempos, el autobiográfico y el documental, periodístico, histórico o como lo llamen. Por suerte Luis Fernando no es (nunca lo fue) un autor que se dedica a copiar fórmulas establecidas sino que siempre inventó las propias, por eso a lo largo de toda la historia veremos giros inesperados que nos llevarán hacia el humor, cuestiones intimistas, violentas y hasta oníricas, siempre con su particular manera de narrar.
El relato transcurre entre el descubrimiento de sus gustos por el arte, su incipiente formación de dibujante, dinámicas familiares y amistosas, la esperanza de los movimientos estudiantiles, su brutal represión, la censura Priísta y las Olimpíadas prontas a celebrarse en Ciudad de México, todo desde una mirada candorosa y asombrada.
Extenderme sobre el año de 1968 tampoco vendría al caso, tal vez baste con saber que fue una época marcada por utopías y brutalidades. Visto desde ahora pareciera una gran derrota aunque Luis Fernando, como lo demuestra en un hermoso monólogo final, lo ve como una victoria personal y se niega a enterrar la esperanza.
A esta altura pareciera una obviedad pero me es obligatorio señalar los tremendos aciertos en dibujo y narración de este gran maestro. Siempre la secuencia eficaz, la línea plástica, la sombra bien puesta y el enfoque justo, puede ser barroco o minimalista según lo pida el momento.
Es uno de esos libros que invitan siempre a la relectura, siempre se puede descubrir algo nuevo en cada visita. Los retratos de diferentes partes de la ciudad son una invitación a llegar a esos lugares y experimentar la extraña sensación de estar parado en el mismo lugar donde estuvo el autor, 53 años después. Algunos de esos lugares están casi idénticos, como el puente de Tecamachalco.
¿Las contras?, me cuesta… si me pongo fino podría decir que la reproducción de fotografías de la época tal vez no era tan necesaria y tal vez de nuevo y conociendo su virtuosismo como dibujante podría haber tenido mejor portada. Todo esto lo escribo en un intento patético de no quedar como un vulgar fan.
Termino con un extracto del monólogo final, cuando ya es adulto (no es spoiler), para mostrar otra virtud de Luis Fernando: además escribe bien.
“Entro a mi viejo cuarto, vacío desde hace siglos. Pegada en la ventana, ahí sigue la calcomanía de la “libertad y democracia”, el símbolo y emblema del movimiento estudiantil del ´68. ¿Se ganó?, ¿se perdió?. Hay victorias que son internas. Yo gané.”
Luis Fernando